El perdido
Por Angie Witt.
Todos los recaudadores de impuestos y pecadores, las personas que habían sido profundamente lastimadas por otros en el entorno de la iglesia, las que habían sido invitadas a irse (ya sea por medio de palabras, de silencio o de acciones) se registraron para escucharlo a Él. Anónima al principio, una valiente mujer con timidez saludó en la ventana del chat sin esperar una respuesta, pero anhelando ser vista. El único que respondió sus palabras fue el misterioso anfitrión escondido detrás del nombre de la iglesia. “¡Buenos días! ¡Estamos tan contentos de que estés aquí!”. Y los chismes digitales comenzaron… como rumores dichos a un oído cómplice, solo que esta vez en mensajes privados y textos.
Jesús interviene con una parábola…
“Supongamos que uno de ustedes tiene 100 ovejas y pierde una de ellas, ¿acaso no dejará solas a las otras 99 en el campo para ir en busca de la que se le ha perdido hasta
encontrarla?” (Lucas 15:4, PDT).
Me detengo y tomo nota de mi reacción y de las muchas preguntas que me despierta el pasaje. ¿Cómo se perdió la oveja en primer lugar? ¿Dónde estaba el pastor? ¿Por qué se fue la oveja? ¿Qué pasó mientras estuvo perdida? ¿Cuánto tiempo pasó hasta que el pastor se dio cuenta de que faltaba? ¿El rebaño siguió su vida como de costumbre esperando que a nadie le importara? ¿Para qué sirve tener un gran rebaño? ¿Riqueza? ¿Prestigio? ¿La oveja sufrió maltrato por parte de las demás? ¿Se alejó y se separó por error? ¿Sabía el pastor qué oveja específica se había perdido o simplemente que faltaba una?
Creo que esto sucede en la iglesia. No se puede negar que algunos pastores carismáticos coleccionan ovejas. El personal contratado puede supervisar los diferentes ministerios, pero no puede cuidar a cada oveja. A veces, el enfoque se centra en los
programas y no en las personas. Con el tiempo, las personas que no son vistas y escuchadas se van, pero ¿quién va a buscarlas? ¿Se nota la falta de su presencia? ¿Son echadas de menos? ¿Su número simplemente ha sido reemplazado por alguien nuevo en el recuento total? ¿Cuándo se convierten las ovejas en corazones individuales que necesitan crecer y acercarse más a Jesús? ¿Quién ha ido a buscar a ese cordero?
“Cuando la encuentra, con gozo la pone sobre sus hombros, y al llegar a casa, llama a todos sus amigos y vecinos diciéndoles: “¡Alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido!” (Lucas 15:5-6, PDT).
Este ejemplo supone conocimiento… el pastor sabía dónde buscar. Con alegría, puso el cordero sobre sus hombros. De todos modos, todavía me surgen preguntas: ¿Fue su alegría por el hallazgo o por el cordero? ¿Se gozó porque había ganado la lucha de poder con una oveja (que estoy segura de que se resistió a menos que la pobre haya estado demasiado herida o exhausta para hacerlo)?
¿Fue el gozo una señal de alivio de que su reputación no se vería afectada por la pérdida de un miembro de la congregación? ¿Le preguntó a la oveja por qué se había ido? Tal vez los chismes fueron más de lo que pudo soportar. Tal vez semana tras semana, entró y se sentó en el mismo lugar sin decir una palabra. Tal vez ella estaba realmente involucrada; sin embargo, expresó su opinión y desafió el “statu quo”. Tal vez ella notó que había problemas y, cuando los planteó, no encontró en los demás la voluntad de ver o de cambiar. Tal vez pidió ayuda, pero faltaron recursos. Tal vez el silencio y el dolor fueron demasiado. ¿Le preguntaron si quería volver al redil? Tal vez…
“Supongan que una mujer tiene diez monedas y pierde una de ellas. ¿Qué hace entonces? Toma una lámpara, limpia toda la casa
y busca por todas partes hasta encontrarla” (Lucas 15:8, PDT)
Jesús ve a cada individuo. Los miembros de la iglesia no son solo una parte del rebaño; cada uno de ellos es una parte valiosa: atesorada, valorada y tratada de tal manera que su valor es incalculable. La mujer pierde una moneda.
Tal vez hubo un cambio en la ubicación. Tal vez la reunión de adoración pasó de ser presencial a ser virtual. Tal vez se pasó de una reunión cara a cara una o dos veces por semana a un mensaje de texto de vez en cuando para saludar. Una moneda se cae. Tal vez había demasiadas cosas que atender durante la transición y, en silencio, la moneda se desliza y se cae. ¡Sin embargo, ella lo nota! La mujer enciende una lámpara y la hace brillar en todos los rincones oscuros, exponiendo grietas y secretos de vergüenza y miedo. Barre la casa limpiando las migas, el polvo y las telarañas, recogiendo lo que siempre se ha quedado en las cerdas de la escoba y empujándolo fuera de la puerta. La casa necesita un nuevo comienzo donde todo tesoro se pueda encontrar, un lugar seguro donde cada moneda pueda brillar y ser valorada. La mujer busca cuidadosamente hasta que encuentra la moneda perdida. No deja a las otras nueve solas ni se las da a otra persona. Ella las incluye para que la ayuden en su búsqueda; tal vez les recuerda que la moneda perdida importa. La mujer asume la culpa de su error: ha perdido la moneda. Pero cuando la encuentra, llama a sus amigos y vecinos (tal vez son las otras nueve monedas) y les dice: “¡Alégrense conmigo porque encontré la moneda que se me había perdido!” (Lucas 15:9, PDT).
La moneda nunca perdió su valor… nunca perdió su importancia. Me encanta que la mujer sabía exactamente lo que se había perdido, y limpió la casa y buscó hasta que encontró ese tesoro. Si tan solo la iglesia hiciera lo mismo.
“Había una vez un padre que tenía dos hijos. El menor de ellos le dijo: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde’. El padre repartió entonces sus bienes entre los dos hijos”. (Lucas 15:11-12, BLPH).
Ahora hay tres personas: un hombre que se entrega por otros dos. Él da a cada uno su parte, aunque es solo uno el que pide. Me recuerda a un estudio bíblico en que una persona siempre cuestiona, interrumpe, discrepa, desafía y busca honestamente ser vista, conocida y amada… mientras tanto, los demás asisten fielmente, hacen sus deberes y traen los bocadillos. El primer tipo de persona demanda una energía tremenda, mientras que el segundo tipo es fácil. El líder da constantemente. Sin embargo, de alguna manera, mientras que la mayoría de las personas reciben, esta persona simplemente toma. Cuando aquel que toma decide irse porque cree que hay una mejor manera de estudiar, honestamente, el grupo siente algo de alivio, a excepción de aquel que realmente ve el corazón herido del que se marchó. El líder se queda cada semana esperando junto a la puerta o teléfono, listo para recibir la noticia del regreso. El líder sabe que hay mucho más que aprender una vez que la persona esté en un lugar de humildad y capacidad de recibir.
¡El líder lo ve venir caminando por el sendero, corre a su encuentro con los brazos abiertos y le da la bienvenida! Prepara una fiesta y lo invita a quedarse cuanto tiempo guste. Escucha a la persona y extiende su gracia. La familia es restaurada. Cuando esto sucede, ¿cómo responden los demás? ¿Hay realmente líderes como este?
Cuando una iglesia está sana, es intencional. Por eso, cuando una persona se va, se nota. Es algo personal. Aquellos que se involucran en un grupo pequeño, se comprometen. Se ponen de pie y esperan el regreso de aquel que se marchó. También son conscientes y se dan cuenta de las actitudes de aquel que permanece fiel, pero por las razones equivocadas. Los conflictos se pueden resolver y cada parte es escuchada si está dispuesta a ser vulnerable y ser vista… siempre y cuando el liderazgo tenga oídos para escuchar y ofrezca seguridad para el que se expone.
Cuando una persona se va, debemos notar quién falta. El valor y la dignidad de una persona son un tesoro. Todos deben salir a buscar; deben intentar comprender su perspectiva y experiencia. Cada persona merece la dignidad de ser vista y escuchada. No hay chismes, sino genuina curiosidad. Se barre intencionalmente, se iluminan todos los rincones oscuros y se busca con cuidado, no para interrogar a la moneda y echarle culpa, sino para limpiar toda la casa y comprender la razón por la que ha desaparecido. Es hora de echar un vistazo al sistema y no solo a la moneda. Cuando la iglesia crece, ¿cómo puede el pastor entregarse a cada uno, conocer cada moneda por su nombre, saber quién necesita ser recibido de vuelta en casa o quién necesita recibir aliento y ser invitado a la mesa para celebrar?
Tal vez la pandemia es un hermoso recordatorio de que este es un momento perfecto para iluminar la iglesia, barrer las esquinas, y conocer a todas y cada una de las ovejas por su nombre; para conocer su valor, recordarle a cada una lo atesorada que es, escucharla y verla; para recibir de vuelta a los que se han ido, colocar un anillo en sus manos y vestirlos con la mejor ropa, sin dejar de invitar a todos a celebrar que la iglesia finalmente ha encontrado lo que había perdido.
Soy amada por Dios, esposa, madre y sobreviviente de abuso sexual infantil por parte de un miembro del clero metodista libre. Para todos aquellos que anhelan ser vistos, escuchados y conocidos, los invito a acercarse al Buen Pastor, al que barre esquinas e ilumina los lugares oscuros para encontrarte, al que se regocija por ti, y al que pacientemente espera con los brazos abiertos diciendo: “Bienvenido a casa”. No estás solo. Con valor,
Angie.
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