Una obra en proceso

por | Nov 19, 2024 | Multiplicar Discípulos, Paraguay | 0 Comentarios

Paraguay es un país caracterizado por una población mayormente joven y con raíces profundas en el catolicismo, pero también presenta un alto porcentaje de madres solteras y familias disfuncionales.  En este contexto, se encuentra la bella ciudad de Encarnación donde vive Liz Sánchez, una paraguaya de 29 años de edad. En su adolescencia, Liz conoció a Milcíades Galeano, un joven que estudiaba en el mismo colegio. Pronto, ambos se sintieron atraídos y empezaron una relación. El amor en esa etapa puede ser tan apasionado como inmaduro para enfrentar los retos de formar una familia. Sin pensar en esto, la joven pareja se dejó llevar por los impulsos y Liz quedó embarazada de su primer hijo cuando apenas tenía 15 años.

Liz pasó de ser una estudiante a asumir la responsabilidad de ser madre, y esta fue una de las experiencias más difíciles que le tocó vivir. Como era de esperarse, la pasión se convirtió en peleas, insultos y agresiones entre los jóvenes padres. Todo esto llevó a Liz a sentirse sola y abandonada, con un mundo de sueños derrumbado por completo.

Los siguientes años para Liz fueron un ciclo vicioso de separaciones y reconciliaciones con Milcíades. Aunque no lograban establecerse como familia, tuvieron dos hijos más.  Este conflicto los llevó a refugiarse en vicios, fiestas, borracheras, y malas compañías, empeorando aún más la dinámica familiar. Hasta que un día los padres de Liz decidieron abrir la puerta de su casa para recibir a Manuel y Luz, pastores de la IML de Encarnación, que con mucho amor se dispusieron a ir una vez por semana a enseñarles de la palabra de Dios.

Fue a través del discipulado que Liz conoció a Jesús y empezó a experimentar la transformación: la paz llenó su mente y corazón. Decidió dejar los vicios y buscar refugio en la lectura de la palabra, la oración y el ayuno. Sus hijos también comenzaron a seguir a Jesús y fueron testigos de los cambios en Liz. Arturo, de 13 años; Luján, de 12 años; y Alejandro, de 9 años, no solo van a la Iglesia los domingos, sino que también asisten a la casa de paz y se han bautizado. Además, participaron del entrenamiento de DMD porque sienten que no pueden callar lo que el Señor está haciendo en ellos y desean llevar la paz de Dios a otras familias.

Milcíades también ha empezado a acompañarlos, y el perdón se ha vuelto una práctica constante y necesaria entre ellos. No es fácil, pero alabado sea el Señor que está haciendo su obra en ellos y en otras familias de Encarnación Paraguay.

“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”. Filipenses 1:6

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