Dejen que la banda toque: Multiplicando discípulos e iglesias

por | Jun 4, 2021 | Recursos descargables, Recursos Pastorales

En nuestro primer (y único) viaje a París, Deb y yo nos registramos en nuestro Airbnb temprano en la tarde. Teníamos hambre, así que salimos a caminar por el vecindario para buscar dónde comer. De repente, escuchamos una música sencilla, pero cautivadora.

Seguimos el sonido y nos llevó hasta una pintoresca calle con unos pequeños cafés donde una banda de cuatro miembros estaba tocando alegremente para un grupo que se había reunido a escuchar.

Mientras nos dejábamos llevar por su música, recordé una noticia que había visto hace un tiempo sobre grupos como este. El clip contaba sobre una banda de cuatro miembros que formaba parte de la Orquesta de París, pero tocaba en las calles mucho más que en la sala de conciertos. Aún más impresionante era su compromiso de enseñar a los estudiantes comunes de todas las edades cómo tocar sus instrumentos. Alentaban a los estudiantes a “tocar en las calles”. Su misión era multiplicar la música por toda la ciudad.

Mis pensamientos se dirigieron entonces a nuestra misión como seguidores de Cristo. El evangelio es la música más exquisita y transformadora bajo el cielo. Nuestra cultura necesita su melodía, y debemos multiplicar a los músicos que sepan tocarla.

Pero en la Conferencia General de 1890, nuevos líderes trataron de frenar el trabajo de las bandas pentecostales, las cuales habían sido fundadas por Vivian Dake. Roberts se mostró a favor de “dejar que las bandas tocaran”, y se desilusionó profundamente cuando fueron reguladas.

Roberts sufrió otra desilusión en dicha conferencia cuando, por un pequeño margen, su resolución de ordenar a mujeres no fue aprobada. Estas hermanas, cuya labor había sido clave en la propagación del evangelio y la plantación de nuevas iglesias, fueron relegadas a un segundo plano en la misión. Desde esa conferencia, las mujeres todavía no han obtenido un empoderamiento pleno.

Este asunto no se ha abordado adecuadamente y ha limitado el alcance de la multiplicación.
Tal vez el motivo detrás de la firme insistencia de Roberts en estas dos cuestiones es que veía en ellas un cambio. Un paso de movimiento evangélico a institución de la iglesia, de multiplicación a mantenimiento. En su reflexión sobre los resultados de la decisión de 1890 de legislar las bandas pentecostales, David McKenna escribe en “A Future With a History” que “los fuegos de evangelismo enérgico que caracterizaron el metodismo libre durante los primeros 30 años de su historia fueron aplacados y casi extinguidos”.

El análisis de McKenna es crítico e instructivo: “La acción de la Conferencia General (de 1890) mostró a una iglesia que se alejó de los riesgos que se deben tomar y de la creatividad que se debe ejercer para sostener la energía del evangelismo enérgico”. Más que nunca, esta temporada exige la recuperación del riesgo y la creatividad de las bandas pentecostales.

El modelo de ministerio de Jesús se caracterizó por “ir” y “enviar”. Podríamos decir que las “bandas pentecostales” de Jesús se describen en Lucas 10, cuando envió a 36 pares de discípulos anónimos a evangelizar. Fue un movimiento que multiplicó discípulos, líderes y, finalmente, iglesias. Empoderaba a la gente común para que llevaran la música a las calles. Jesús transformó pescadores, recaudadores de impuestos, emprendedoras, antiguas prostitutas y comerciantes. De ser meros oyentes, pasaron a ser músicos callejeros e instructores.

¿Nos hemos centrado demasiado en nuestras salas de conciertos, en el papel de los directores y en la precisión de nuestra actuación, en lugar de “dejar tocar a la banda”? Mi experiencia indica que lo hemos hecho.

A menudo, les hago estas preguntas a los pastores a los que ministro en todo el país:

“¿Con quién has compartido personalmente a Cristo en los últimos tres meses?”

“¿A quién estás discipulando intencionalmente con la meta acordada de que discipularán a otra persona?”

“¿En quién estás invirtiendo para que te reemplace como líder?”

“¿Qué nuevos ministerios fuera de tu iglesia han sido lanzados recientemente por los laicos de tu iglesia?”

“¿Cuándo plantará tu iglesia otra iglesia?”
La respuesta habitual a estas preguntas es el silencio. Luego, racionalizaciones.

Estas preguntas tienen que ver con la multiplicación del evangelio. Tienen que ver con “enviar la banda a la calle”. Estas son las preguntas que deben responderse de manera diferente para que la Iglesia metodista libre vuelva a ser un movimiento.

Cinco componentes escenciales

 

Mientras reflexionaba sobre la banda parisina que tocaba en el barrio, me pareció que esta era una metáfora de cinco componentes esenciales en la multiplicación que ordena Cristo.

Primero, había una pasión y una creencia en el poder de la música. Estos músicos creían que la música podía cambiar el mundo.

¡No puedes multiplicar lo que no te apasiona! Pregúntele a cualquier vendedor multinivel.

Steve Addison, quien escribió el importante libro sobre los movimientos evangelísticos titulado “Movimientos que cambian al mundo”, identificó la “fe ardiente y apasionada” como la característica número uno de los movimientos. Los multiplicadores del evangelio creen en la necesidad, la autoridad y el poder del evangelio.

Existe una creciente resistencia cultural a la palabra “evangélico”. Eso tiene lógica, dados algunos de los notorios fracasos de aquellos que profesan ese título. Si bien podríamos ser reacios a usar la palabra “evangélico”, debemos proclamar con más valentía su significado y prioridad: ¡la buena noticia de la salvación solo por medio de Cristo!

¿Nos hemos vuelto vacilantes o escépticos acerca del poder del evangelio? ¿La notable declaración de Pablo late apasionadamente en nuestro corazón día tras día? “A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen…” (Romanos 1:16).

Brian Warth, el pastor principal metodista libre de Chapel of Change, es conocido por su fervor al compartir a Cristo con las personas, desde pandilleros hasta propietarios de negocios y funcionarios públicos. Parte de su pasión proviene de haber sido liberado milagrosamente de prisión mientras cumplía una cadena perpetua durante la cual conoció a Cristo.

¿Pero acaso no podemos todos identificarnos con esta historia? Estamos encarcelados en nuestro pecado y desesperanza hasta que Jesús nos libera. Eso cambia todo para nosotros, ahora y para siempre. Esa es la música que nos apasiona tocar para el mundo.

En segundo lugar, los músicos parisinos tocaban tanto en salas de conciertos como en las calles. Les encantaba cuando la gente venía a la sala para escucharlos tocar, pero insistían en que la música no necesitaba una sala de conciertos. La gente necesitaba la música, así que ellos fueron a su encuentro.

Jesús podría haber establecido una “sala de conciertos” en Jerusalén y predicado ante enormes multitudes a diario. En cambio, “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino…” (Mateo 9:35).

Al comienzo de COVID-19, leí un titular en una importante publicación cristiana: “La iglesia ha dejado el edificio”. Me pregunté:
¿Ha simplemente salido del edificio o también ha sido enviada al campo de cosecha? ¿Se sentará en sus zonas de confort a esperar que pase la pandemia, para luego tratar de volver a la normalidad?
¿O la iglesia se rendirá y dirá: ‘Aquí estoy; envíame’ y extenderé el evangelio más allá de los muros?

Las primeras bandas pentecostales del metodismo libre salieron a las calles al igual que Wesley fue a los campos. Comprendieron que el evangelismo centrado en el domingo y centrado en el edificio de la iglesia no era lo que multiplicaría el evangelio en toda la nación.

La música del evangelio debe tocarse dondequiera que vivamos, trabajemos, estudiemos, pasemos el rato o juguemos… dondequiera que estemos en persona o en línea, uno a uno o en auditorios grandes. Jesús amaba a las personas, tanto si encontraba a un individuo solo en la playa como cuando hablaba con grandes multitudes. Necesitamos micro Iglesias multiplicadoras y mega iglesias multiplicadoras para llevar la música a las calles.

En tercer lugar, el grupo parisino tocaba música simple y no tenía un director. No había un director que les dijera cuándo comenzar ni terminar, y cada uno de los cuatro miembros lideraba en diferentes momentos. Tocaban sin sistemas de sonido, luces de escenario, máquinas de humo ni paredes tratadas acústicamente.
Mientras escuchaba, no pude evitar pensar en el clásico libro de
liderazgo empresarial de 2006, titulado “The Starfish and the Spider” . Podríamos decir que Jesús inició lo que era predominantemente una organización de “estrellas de mar”. Las estrellas de mar son un ejemplo de un sistema “descentralizado”. Si le cortas una pata a la estrella de mar, no la has matado, sino que has dado a luz a una nueva. La vida y el poder de la multiplicación no está en “una sola cabeza”, sino en todas las partes de la organización, en todos los miembros de la banda. Su vida es orgánica, no centralizada.

La gente que asiste a iglesias centradas en los pastores espera que la música fluya del pastor en lugar de aprender a tocar sus propios instrumentos. Cuanto más énfasis pongamos en los directores, menos música llegará a las calles.

El apóstol Pablo, aunque capaz de debatir con el teólogo más profundo, mantuvo el mensaje simple y transferible: “No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu” (1 Corintios 2:4). Simplemente compartía y practicaba el poder de la cruz.

Cuanto más simple sea la canción, más se cantará. Por ejemplo, ¿cuántos millones de personas cantaron “Sublime gracia” mientras veían la inauguración presidencial? Puedes tocar esa canción en la guitarra con solo tres acordes fáciles: sol, do y re.

Las bandas pentecostales eran sencillas. A menudo, avanzaban sin que hubiera un pastor entre sus miembros. ¿Cometieron errores? Sí. ¿Se volvieron un poco salvajes? Algunas veces. ¿Extendieron el evangelio con vigor? Absolutamente.

Calvin Tatupu, un plantador de iglesias y miembro de nuestra iglesia, Light & Life, habría encajado bien en una de esas bandas pentecostales. Calvin nunca se graduó de la escuela secundaria, pero he conocido a muchas personas que recibieron a Cristo gracias a su ejemplo y testimonio. Él conocía el simple poder del evangelio y lo compartía a diario. Ahora se ha ido a casa a gozar de su eterna recompensa.

Simplificar para multiplicar. Cuanto más complejo y controlador es un organismo, organización o iglesia, menos replicable se vuelve. Las instituciones se complican; los movimientos se simplifican.

En cuarto lugar, había una convicción de que la gente común debía tocar y no solo escuchar la música. Estos músicos creían que todos tenían música en ellos. Solo hacía falta que alguien encendiera esa canción y les enseñara algunas notas.

Los pastores metodistas libres, sin duda, nos aferramos a la ortodoxia del “sacerdocio de todos los creyentes” (1 Pedro 2:9); sin embargo, en la práctica, esta convicción no se refleja en lo que inspiramos en los creyentes, en cómo los preparamos ni en lo que esperamos de ellos. En cambio, una y otra vez, los invitamos al “voluntariado de todos los creyentes”. Les pedimos que, por favor, se ofrezcan como voluntarios para hacer que nuestro más reciente programa de la iglesia funcione.
¡La iglesia en Estados Unidos está capacitando a la gente para que sean oyentes en lugar de compositores! Entrenamos a los creyentes para que repartan boletines, mientras que Jesús los entrenaba para expulsar demonios. Entonces, nos preguntamos por qué los creyentes están aburridos. Las bandas pentecostales del metodismo libre temprano creían que el Espíritu Santo podía usar poderosamente a cualquier mujer u hombre que estuviera dispuesto y lleno del Espíritu.

Hechos 2:3 es de ánimo para todos los seguidores de Cristo: “Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos”. Los 120 creyentes en el aposento alto recibieron “una llama”, un fuego sobre sus cabezas. No solo los doce apóstoles, no solo los hombres, no solo los talentosos, educados o más santos, sino cada uno de ellos. Todos ellos comenzaron a proclamar la gloria y el amor de Dios en una diversidad de lenguas desconocidas. El Espíritu les dio poder y los llevó a hacer algo más allá de su propia capacidad.

Terry Beasley fue ordenado recientemente como anciano metodista libre. Terry fue uno de los mejores voluntarios de nuestra iglesia durante quince años. Luego decidió irse a una de nuestras plantaciones de iglesia, y su nuevo pastor lo convirtió en ministro asociado. De repente, en lugar de servir como ujier y acompañar a la gente a sus asientos, Terry ahora los llevaba a la presencia misma de Dios. Llevaba a la gente a Cristo, discipulándolos y formando a otros plantadores de iglesias. Cuando vi esto, el Espíritu me reprendió y me dijo: “Larry, no viste el fuego sobre su cabeza.
Viste a un voluntario en lugar de a un sacerdote”.

Para multiplicar discípulos, líderes e iglesias debemos ver el potencial de todo creyente lleno del Espíritu, y luego darles oportunidades de liberar el fuego que está posado sobre su cabeza.

En quinto lugar, la prioridad de los músicos era multiplicar las bandas. El objetivo principal de estos músicos profesionales no era reunir a la multitud de oyentes más grande posible, aunque ese era un objetivo digno que alcanzarían camino a su meta final. Su misión principal era otra: llenar la ciudad de música. Esto significaba formar músicos nuevos. Esto significaba “hacer discípulos”. Y llevaron su meta un paso más allá: enseñar a los músicos avanzados a enseñar a los músicos principiantes.

De la adición a la multiplicación

La primera llamada de Jesús fue: “Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar personas!” (Mateo 4:19, NTV). Su última comisión fue: “vayan y hagan discípulos” (Mateo 28:19). Cuando Jesús dijo esto, esperaba que ellos hicieran con los demás lo que Él había hecho al discipularlos. Su expectativa era esta: la señal del verdadero discípulo es que ayuda a otras personas a convertirse en discípulos.

O como solía decir Dawson Trotman, el fundador de Navigators: “No has hecho un discípulo hasta que tu discípulo hace un discípulo”. Esto quiere decir que hacer discípulos no es una operación de suma o adición, sino de multiplicación. No produce un crecimiento incremental, sino un movimiento radical.

La primera descripción resumida del movimiento eclesiástico del Nuevo Testamento está en Hechos 9:31: “Las iglesias entonces tenían paz por toda Judea y Galilea y Samaria, y eran edificadas, andando en el temor del Señor; y con consuelo del Espíritu Santo eran multiplicadas” (RVA). ¿Cómo creció la iglesia tan rápidamente en medio de la persecución cultural, racial, económica y política? La respuesta es que se hacían discípulos y se plantaban iglesias por multiplicación.

COVID ha dado lugar a que la iglesia estadounidense se reinvente hacia la multiplicación. El futuro de la iglesia metodista libre como mensajera eficaz del evangelio depende de que se apoye confiadamente en la multiplicación ordenada por Cristo.

Creo con sinceridad que cada iglesia metodista libre que sea sana, sin importar su tamaño, puede fundar otra iglesia para el año 2025.
Esto requerirá ayuno y oración, una pasión revivida por el evangelio, una nueva visión de cómo es la iglesia, una simplificación de los modelos eclesiásticos, una liberación de la dependencia insalubre en el pastor y un nuevo fuego en los creyentes comunes y corrientes. Esto exigirá el riesgo y la creatividad que tuvieron nuestras bandas pentecostales originales. ¿Estamos dispuestos? Este es el momento de añadir nuestras voces a la de B. T. Roberts y declarar: “¡Que toquen las bandas!”

 

Larry Walkemeyer

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